lunes, 1 de noviembre de 2010

DIOS primero

Dios primero
XAVIER SÁEZ–LLORENS

Mientras la ciencia acorrala a Dios, reduciéndole su hábitat, la gente lo utiliza como comodín para resolver asuntos mundanos de cualquier índole. En la época pagana, el Sol era lo adorado como dador de existencia. Todas las actividades tribales giraban en torno a la figura del astro rey. El hombre prehistórico, por ignorancia y temor, inventó múltiples deidades para explicar fenómenos naturales que lo impresionaban o amenazaban (diluvios, terremotos, huracanes, relámpagos).
A medida que los descubrimientos científicos aclararon la génesis de estos eventos, el politeísmo fue disminuyendo a mínimos niveles. Por otra parte, los monoteísmos fueron una valiosa coartada para dominar aldeas enteras, gracias a la creencia popular de que los líderes político–religiosos tenían una conexión directa con esa única deidad. El adoctrinamiento produjo beneficios para los poderosos. Los hebreos se creyeron que eran el pueblo elegido por Yahvé, los musulmanes los únicos protegidos por Alá y los cristianos, en sus variopintas denominaciones, los privilegiados para entrar en el reino del Padre. El resto, a joderse.
Hace 500 años, Copérnico y Galilei sacaron a la deidad de la Tierra. Nuestro planeta pasó de ser la vedette del firmamento para convertirse en un insignificante lugar del infinito. A finales del siglo XIX, Darwin arrebató a la divinidad la manufactura de la especie, mediante sus investigaciones sobre la evolución del Homo sapiens, a partir de antepasados simiescos.
Años más tarde, Mendel vinculó las semejanzas y diferencias fenotípicas a permutaciones hereditarias. Watson y Crick identificaron la molécula que forja el código genético. Hace apenas una década, Venter y Collins descifraron el genoma en su totalidad, corroborando el parentesco evolutivo de todos los seres vivos. Recientemente, Stephen Hawking nos dice en su último libro, The Grand Design, que no hace falta un dios para explicar la formación del universo. Los detractores argumentan que el Todo no pudo surgir de la nada pero, por analogía, una deidad tampoco pudo emerger de lo inexistente.
En resumen, la ciencia ha ido cercando el territorio de Dios, eliminando sus escondites virtuales. Falta lo más difícil, erradicarlo de la mente creyente. Es probable que, todavía, la humanidad no esté preparada sicológicamente para deshacerse del concepto. Hay muchas personas que necesitan creer para apaciguar miedos, anhelar una vida mejor a la experimentada, reencontrar a seres queridos desaparecidos o vivir para siempre. Si lo matamos prematuramente, habría que contar con un siquiatra en cada vecindario. No me molesta en lo absoluto que un individuo recurra a lo místico para satisfacer esas lindas aspiraciones. Lo considero hasta conveniente. El problema sobreviene cuando lo utilizamos como un dios de bolsillo para lograr ventajas personales o imponer proyectos a los demás.
El futbolista, por ejemplo, agradece su gol apuntando sus manos hacia arriba mientras el arquero, cabizbajo, se entristece por no haber gozado del favor de los cielos. El boxeador alega que su victoria se debió a su fe, infiriendo que el oponente fue castigado por incrédulo. Los mineros chilenos arguyen que los rezos ayudaron en el rescate, como si el demonio fuera quien los metió allí.
Los compañeros de otras latitudes que mueren aplastados por derrumbes deben ser todos ateos. El único superviviente de un accidente aéreo lo asocia a un milagro divino. Es de suponer, entonces, que los numerosos fallecidos tenían pecados insalvables. Cuando nace un niño deformado, con pocas esperanzas, no falta quien exclama que Dios sabe porqué lo hizo y que le tenía preparado un destino mejor. Pudo haberles ahorrado el dolor a sus progenitores, pienso yo.
Los políticos son expertos en espectáculos espirituales de cara a la galería. El alcalde comenta que estando con Dios, nada puede salirle mal. Curiosamente, el tipo no acierta una. El ex alcalde expresa que, Dios primero, ganará las elecciones de 2014. El nuevo lema del partido será “Este dios es PRD”. Como gratitud, nada mejor que un peregrinaje televisado a Portobelo.
El rufián que robó las arcas estatales o torturó a compatriotas sale de la cárcel, con Biblia en mano, arrepentido y dispuesto ahora a guiar al país por el sendero del bien. Para ganar el aprecio celestial, los seguidores de Escrivá y Lutero condenan aborto, anticoncepción, homosexualidad y educación sexual escolar porque así lo manda el Creador en sus sagradas escrituras. No he podido encontrar, aún, las páginas que lo documentan.
Como diría el poeta francés, Charles Baudelaire, “Dios es el único ser que para reinar no tiene siquiera necesidad de existir”.